A todas mis hijas las quiero con una intensidad que se acerca al infinito. Me considero un privilegiado, porque todas, sin excepción, me han producido satisfacciones repetidas en el desarrollo de sus vidas. Si me encontrara la lámpara de Aladino, lo único que le pediría sería que me volviera a dar a mis hijas. Sin lugar a dudas, me siento muy orgulloso de ellas, las admiro, las respeto, las adoro.
Por eso al escribir sobre una de ellas no tengo temor. Saben que son el eje de mi vida.
Mercedes es la segunda.
La recuerdo con el pelo ensortijado y su batica marrón, gordita y bonita, cuando nació. De bebé fue implacable en eso de hacer sus propias rabietas.
En la época del colegio fue siempre independiente y excelente estudiante. Nunca supe de ningún inconveniente, nunca quiso estudiar conmigo...
En la Universidad la perdí por completo. Hizo todo el esfuerzo por ser excelente y lo logró, desarrolló su círculo de amistad y sacó el mayor provecho que pudo de ese periodo. Se graduó con honores y definitivamente acentuó su carácter independiente.
Buscó su primer empleo por ella misma y lo dejó cuando lo creyó necesario. Hoy la veo feliz con su segundo trabajo y con Carlos... haciendo su propio camino y al verla me detengo y pienso, que muy posiblemente ella no sepa cuán realizado me siento, y cuánta confianza tengo en ella.
Se hizo ella misma, sin necesidad de ser rebelde, no peleó, ni reclamó, simplemente se impuso. Block a Block, construyó su propia leyenda, con paciencia, con inteligencia, de forma tenaz, no se dejó cercar, evadió, esperó, se calló, pero no cesó nunca en la construcción de su propio destino.
Que manera tan hermosa de forjar su camino
Todavía le falta, lo sé, pero estoy convencido que logrará su felicidad.
Por eso me siento tan orgulloso de mi LuLu, que nunca podrá creer con cuánto cariño la admiro y la respeto.
Demetrio Mota
abril 26, 2010