domingo, 24 de enero de 2010

Mis Personajes Favoritos (3/5)

Gregorio Luperón : Guardián de la Dominicanidad


Tenía cinco años cuando los valientes del 27 de Febrero, abrieron a golpe de Trabuco, las puertas de la nacionalidad dominicana. Debió ser en ese tiempo que su alma infantil absorbió para siempre el néctar sagrado de la dominicanidad, que marcó como sello indeleble, al General Gregorio Luperón.


Fueron sus días de infancia de duro trajinar, para ayudar al sustento de su familia, que la laboriosa madre, una mulata barloventina, de apellido Duperón, procuraba haciendo dulce de piñonate, que sus hijos, entre ellos “Goyito”, como le decían al General, vendían en las calles de su natal Puerto Plata. En ese afanar temprano se formó el carácter serio de este niño, que no le permitiría de hombre, abandonar los principios en que creía.


Este carácter de hombre serio, lo llevó a ser encargado de los negocios de Duboc en Jamao, con tan solo trece años. Porque la edad no importa, si el carácter se ha formado adecuadamente. En ese mismo lugar le tomó aprecio a la lectura, haciéndose un culto autodidacta y además dio muestras de la valentía que lo adornaba, cuando cuatro hombres. intentaron asaltar la plantación y Goyito, machete en mano, luchó, cual titán, para cerrar la faena con el saldo de dos ladrones muertos y dos muy mal heridos. A partir de esto, que se conoce como el pleito de Goyito, quedó sellada la impronta de este hombre superior.


La unión de estas características: carácter fuerte, culto, nacionalista, y valente, son los ingredientes forman patriotas, solo faltaba la situación para que este joven se convirtiera en soldado de la Patria y esta llegó cuando la mano artera del déspota Santana, traicionó la dominicanidad, con la odiada anexión. Luperón reaccionó de inmediato y fue hecho prisionero por golpear, merecidamente, a un mal dominicano, que alababa en su presencia, la fatídica anexión.


Cuando era conducido a prisión se escapó valientemente y se internó en los predios de Montecristi , logrando salir hacia Haití y luego a los Estados Unidos con uno de sus hermanos. Pasado el tiempo, volvió y se asentó en Sabaneta, donde con nombre supuesto, ejerció la medicina. En esos afanes se unió al intento del General Santiago Rodríguez de proclamar la restauración el 27 de febrero del 1863, y cuando este movimiento fue develado, se fue a las montañas.

Reapareció al final de agosto de ese año en el sitio de Santiago, donde fue presentado a Gaspar Polanco, por Benito Monción y Pedro Pimentel. Se destacó por su valentía en la batalla del seis de septiembre, lo que lo hizo merecedor de ser ascendido al grado de General y se le asignó el puesto de jefe de operaciones, que lo llevó a pelear en el frente sur, y sobre todo en el frente este, donde enfrentó al ejercito del traidor Santana en las batallas de Bermejo y del Paso del Muerto. Su extraordinaria participación en estas campañas, así como su proceder valiente y disciplinado, le valió que con solo 25 años de edad obtuviera el más alto rango militar de la nación: General de División.

A partir de la desocupación del ejército español, se empezaron a suceder malos dominicanos en la jefatura de los diferentes gobiernos, muchos con el único afán de obtener ventajas a costa de la nacionalidad, es esta a mi juicio, la obra grandiosa del Centauro de Puerto Plata, oponerse férreamente a todo intento de minimizar la dominicanidad.


Luperón fue el guardián de nuestra dominicanidad y de no haber sido por su actitud nacionalista, los que gobernaron desde la restauración hasta su muerte, hubieran desmenbrado el sentimiento nacional, para cambiarlo por ventajas personales. Cuánta falta hace en estos momentos una figura épica, adornada de un caracter serio, de una valentía a toda prueba, de suficiente cultura y de un sentido nacionalista como los tenía él. Por eso, en el altar de mi patria hay cuatro lámparas que iluminan permanentemente la memoria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón. Nuestros padres de la Patria.

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